jueves, 1 de octubre de 2009

24- ¿Os Apetece Un Viajecito?

Tras unos momentos de risas Andreu recuperó la serenidad y reanudó la conversación acerca de la herencia:
–Irene, ¿puedes sacar los demás documentos de la carpeta?
–Claro –dijo, y extendió las hojas por toda la mesa.
–Casi todo son los documentos anexos al testamento –comenté–. Pese a que es holográfico, está como veis muy bien realizado y no deja cabo suelto: lo firmó la propia Marga, cinco testigos que por supuesto desconozco, un notario y un abogado que además es el albacea del testamento. Bastante buen abogado, por lo que parece. Si os fijáis esos dos escritos de ahí corresponden a fallos judiciales. Por lo visto mi padre puso dos recursos para lograr la herencia que me correspondía. El primero en mil novecientos noventa y dos, y el segundo en el dos mil uno. En las dos ocasiones el albacea defendió mis intereses, y el juez falló a mi favor en sendos recursos.
–¡Y tanto que es bueno! –Dijo Andreu–. Tiene ciento doce años de experiencia en la profesión.
–¿¡Qué!? –Grité sorprendida.
–Es verdad –añadió Fernando–. Rodrigo, ahora recuerdo. ¿No es el actual líder del clan provinciano de Alicante?
Amalia asintió.
–Menos mal –musitó Amalia–. Ese tipo es una bestia es dura de verdad. Es uno de los miembros del consejo más insufribles, no me gustaría estar en su contra. Pero además es casi tan estricto en el cumplimiento de la Lex Protectorum como el Tutor Maximus.
–¿Y qué significa eso? –Pregunté aún abrumada.
–Que sólo por el hecho de ser portadora de la Cruz Tutelar y sucesora legítima de Marga eres prácticamente intocable en la península –aclaró Andreu–. Lo único que has de hacer es presentarte ante el Consejo y ante el mismo Rodrigo y serás oficialmente invulnerable, incluso ante el clan de Gabrielle.
–¿Propones que nos presentemos con Níobe ante el Consejo? –Preguntó Fernando contrariado–. ¡Somos apátridas!
–¡No estamos en guerra, Fernando! –Le cortó Andreu de forma brusca–. Hay un consenso que protege tanto sus intereses como los nuestros. Presentarse ante el Consejo no será motivo de discordia si ambas partes nos respetamos mutuamente.
–Pero durante nuestra estancia nos veremos obligados a someternos, –replicó.
–No, no iremos como habitantes –Andreu sosegó su tono–, sino como turistas. Además, considerarán a Níobe una invitada de honor, ya que de alguna forma pensarán que le deben o deberán algo.
–Eso último no lo he entendido, –intervine completamente confundida.
–Pues no hay nada que entender, ¿no? Invitada de honor… –comentó Amalia.
–No, eso no, lo otro, ¿qué has dicho acerca de que me deberán algo?
–Bueno, hay una historia –respondió Amalia–, no es más que una leyenda, pero que hasta ahora se ha cumplido, que dice que el heredero de la Cruz hará un gran favor a los vampiros aunque no la haya recibido por méritos propios.
–Eso no es más que una superstición –chistó Fernando indignado.
–Superstición o no –replicó Andreu–, hasta ahora ha sido así, aunque se trate sólo de casualidades. Pero de vuelta al tema, creo que lo mejor es contar con la opinión de Níobe, que a fin y al cabo es la que tiene la decisión final en la mano.
La intervención de Andreu dirigió toda la atención en mí, que quedé  perpleja, como si el riesgo o el beneficio del viaje estuvieran sólo en mi mano:
–Eh… bueno, por lo que sé, aunque los intereses de los clanes provincianos y los apátridas distan hay un acuerdo de respeto mutuo, así que si nos comportamos con la madurez adecuada –miré a Fernando–, no debe haber problema. Por otro lado queda la cuestión de que yo aún soy menor de edad, así que como mínimo tenemos dos meses hasta que el reparto de la herencia pueda ser legal, lo que equivale a dos meses para tomar una decisión definitiva. ¿Dónde se reúne el Consejo?
–El Consejo se reúne cada año en una capital provinciana distinta, de forma rotatoria, –dijo Fernando, más calmado–. Dura un mes lunar, desde la Luna llena de septiembre hasta la siguiente, y consiste en una reunión de víboras que cada noche satisfacen su sed de poder sobre el territorio que gobiernan. Cada año el Consejo es presidido por el Anfitrión, es decir, el jefe del clan provinciano donde se realizan las reuniones. Este año se celebrará en Toledo.
–Un gran consuelo –suspiró tranquila Amalia.
–¿Por qué? –Preguntamos Irene y yo casi al unísono.
–¿Recuerdas lo que hablamos acerca del Tutor Maximus? –Comentó Andreu–. Manto, el único del Consejo Vampírico Peninsular que merece nuestro aprecio. Él es el líder del clan provinciano toledano, por lo que no me cabe duda de que seremos acogidos con sumo respeto.
–En ese caso –dije–, si hay acuerdo unánime en el grupo partiremos a Toledo en septiembre. ¿Quién está a favor?
Andreu levantó la mano sin dudarlo, seguido por Amalia. Fernando la levantó despacio, cabizbajo y a regañadientes. Irene, como buena esclava, esperó a que su amo levantara la mano para imitarle. Por último levanté la mía y concluí:
–Bien, aunque por supuesto la decisión de cada uno queda sujeta a modificaciones, por ahora marcharemos a Toledo. Eso significa que me plantaré ante una sociedad vampírica por lo que veo bastante jerarquizada, así que necesitaré un curso exprés de política, sociedad e historia vampírica.
–Yo te daré unas nociones –dijo Andreu.
–Y yo tendré que matricularme en el curso… –añadió con una sonrisa irónica Irene.
–Sin embargo no podemos olvidarnos del problema de Gabrielle. ¿Cuándo pensáis que atacarán de nuevo? –Pregunté.
–Tardarán –afirmó Fernando sonriente–. Ahora mismo puedo verla encerrada en su habitación, desesperada de un lado para otro y con el cráneo de Gustavo bajo el pie. Se tirará de los pelos mientras se pregunta qué ha podido fallar para que su expedición de tres contra uno fracasara estrepitosamente. Se tomará su tiempo antes de atacar y cuando lo haga se valdrá de un gran contingente, ya sea un ejército de vástagos o bajo el amparo secreto de un clan provincial. Así que propongo adelantarnos a sus movimientos y encontrar su escondite antes de que esté lista para el ataque.
–¿No conoces el escondite? ¿No rastreaste a los captores de Sole desde el claro?
–Se encargaron de difuminar el rastro. Seguramente desnudaran a Sole, porque varios contenían su efluvio. Además, corrieron durante bastante tiempo, tanto que tuve que ocultarme del amanecer en Girona. Al día siguiente toda muestra de su paso había sido borrada por la lluvia.
»Pero hay más medios para localizarla. Como ya he dicho, Gabrielle estará confusa por lo ocurrido, y desesperada por conocer la causa del fracaso de la incursión, así que seguramente enviará dentro de poco a exploradores. Es lo suficientemente precavida como para no personarse por aquí, pero también es muy impulsiva, y no será tan paciente como para educar a unos cuantos vampiros lo bastante como para que se comporten como adultos, por lo que a partir de esta semana veremos merodear por los bosques neófitos, no rastreadores, sólo cabezas de pala con buen olfato por naturaleza para que nos espíen. Estos vástagos no vendrán con la orden de atacar, así que si les plantamos cara huirán. Estarán domesticados para explorar y huir rápidamente, así que es muy importante que los encontremos a ellos antes que ellos a nosotros. Por supuesto debemos tener –me miró–, una precaución extrema.
–¿Cuál? –Pregunté, pues supe que ese “debemos tener” era claramente un “debes tener”.
–No podrás hacer uso de tus poderes.
–¿Por qué? Uso mi poder con más frecuencia que mis manos.
–Piénsalo bien –dijo Amalia–. El objetivo de los neófitos será localizar la fuente de poder que frustró su ataque, y esa fuentecita eres tú.
–Me costará, pero lo haré de cualquier forma. A ver si he entendido el plan que insinúa Fernando: tu intención es que capturemos e interroguemos a uno de esos exploradores, ¿no es así?
–Exactamente.
–Y para ello es necesario verlos a ellos antes de que ellos nos vean a nosotros.
–Esa parte es la que no logro solucionar –musitó–. Aunque los veamos antes, los neófitos echarán a correr nada más vernos. Será casi imposible, tendrían que ser ciegos y sordos para poder atrapar a uno.
Tenían que ser ciegos y sordos. Fernando acababa de darnos la solución: si alguien ahí era capaz de seducir a un chiquillo al punto de volverlo ciego, sordo y casi mudo, ésa era yo.
–¡Yo me encargaré de eso! –Dije con una idea en mente que no sabía si sería un suicidio o una genialidad.
–¿Pero qué dices? –Gritó Amalia.
–Sé cómo son los neófitos. En mi pelea con los tres vástagos del claro me abrí una herida en el pie a conciencia, y los dos más jóvenes quedaron completamente indefensos. Es más, llevo tiempo un buen rato con un ojo puesto en Irene y apenas ha hablado, se niega a respirar mi efluvio en un espacio tan cerrado para evitar perder el control. ¿Verdad, Irene?
Irene asintió con la cabeza agachada, como si fuera motivo de vergüenza tener sed.
–¿Y bien, ¿qué os parece mi idea?
–Que estás loca y no lo pienso permitir, pero de eso hablaremos en casa, junto con el resto de plan –respondió Fernando.
–Estoy seguro de que trazaremos un buen plan. Cuando se trata de guerrear, amigo, no hay duda de que eres el mejor estratega de todos –le dijo Andreu con dos palmadas en el hombro–. Pero vamos a mirar el resto de documentos y de la casa antes de marcharnos.
–En cuanto a los documentos –intervine–, poco más hay de interés: el inventario de posesiones, las copias de las tres escrituras de los inmuebles, los datos de la cuenta bancaria de Marga y el libro.
–¿Qué libro? –Preguntó Amalia mientras lo tomaba y cerraba para leer el título–: A Midsummer Night’s Dream. ¿El Sueño de Una Noche de Verano? Comentaste algo acerca de él anoche, pero ¿qué tiene que ver con todo lo demás?
–Es la pista que me condujo a vosotros.
–¿Cómo?
–Mira en el reverso de la tapa.
Amalia obedeció y los demás se inclinaron a su alrededor para ver mejor el libro.
–Hay escrito un poema en inglés.
–El Scarborough Fair –aclaró Andreu–. Sole lo canturreaba durante horas, ¿no lo recuerdas?
–¡Ah! Ya. Sí, que pesada llegaba a ser…
–Como veis –continué–, el segundo verso de cada estrofa fue subrayado muy posteriormente a cuando lo escribió ella misma en mi infancia. Fue la misma noche del incendio, y si no me equivoco lo subrayó con hollín del fuego de mi casa.
–Sí, sin duda esto lo hizo con hollín y su uña –confirmó Andreu.
–El poema en líneas generales trata una serie de pautas que una amante debe llevar a cabo para reencontrarse en Scarborough. Sole sólo subrayó los estribillos, por lo que me hizo pensar que su intención era que buscara esos elementos juntos para poder encontrarla. Parsley, sage, rosemary and thyme –canturreé–, perejil, salvia, romero y tomillo, las cuatro únicas plantas de los únicos cuatro parterres de vuestra casa. Por cierto que tardé semanas en localizarla desde el aire.
–Recuerdo –dijo Andreu–, que Sole removió suelo y tierra para crear los parterres y lograr que las raíces de las plantas asentaran, sólo una semana antes de su desaparición. Lo cual me hace pensar que ella llevaba tiempo con la idea de que podría ser capturada pronto.
–Hay otra cosa que no me encaja –intervine pensativa–: si Sole no os dio siquiera mi nombre significaría que no confiaba lo suficiente en vosotros como para que me conocierais. Pero me encomendó a vosotros con esta pista, lo que nos lleva a la conclusión de que sí confiaba en vosotros. No encuentro sentido a una actitud tan paradójica.
–Tenemos todo el día para divagar. La noche es corta y aún no nos has enseñado el resto de la casa –dijo Amalia mientras cerraba de golpe el libro.
–Tienes razón –respondí–. Nos llevaremos los documentos y los veremos con más detenimiento; quizás saquéis más de lo que yo vi. Venid, os enseñaré mi habitación, el aseo y la despensa.

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